viernes, 20 de noviembre de 2015

Imperius Mortis - La Noche Eterna (Prólogo)

 El glorioso Imperio de la humanidad, que defiende a los humanos de todo tipo de peligros, vengan de donde provengan. El magnífico Emperador-Dios, que guía al desamparado en la oscuridad infinita. El divino Culto Imperial, con sus justas leyes, que guarda y mantiene el orden, allá donde haya un humano que quiera luchar por su libertad.

-El puto Imperio de asesinos y violadores, que se alza sobre los cadáveres de millones de hijos y hermanos… - murmuró sentado mientras rompía el panfleto al igual que todos los demás días.
Dem odiaba el Imperio, y cada día su odio crecía mas y mas, encerrado en aquel reducido cubículo.
- Si solo me dieran unos segundos con ese bastardo, serían los últimos de su vida - seguía murmurando, mientras golpeaba las paredes de metal de su celda.
Muchos podían odiar al emperador, pero el odio de Dem sobrepasaba el límite, estaba al borde de la locura. El fatigado hombre había visto morir a sus amigos, familiares y todo lo que él conocía y para él era importante. Al principio parecía que iba a ser solo un conflicto internacional y como en otras ocasiones el Imperio mediaría y todas las partes llegarían a algún que otro tipo de acuerdo. Pero no fue así, al de unos meses las tropas imperiales desembarcaron en Terentia y su gobierno quedó reducido a un mero comité de consejo. Debido a esto, las fuerzas opositoras perdieron fuerza rápidamente, pero pronto un nuevo poder resurgió, el caos. Se proclamó una cruzada contra los herejes de Terentia y todas las fuerzas del planeta se movilizaron para hacerles frente. Dem se unió al MRLT (Movimiento de Resistencia por la Libertad de Terentia), que luchó conjuntamente con el Imperio para expulsar al caos del planeta. 

 Todo quedó arrasado, muchos murieron, pero finalmente se alzaron con la victoria. Finalizó la guerra, pero nada mejoró, se disolvieron todas las fuerzas armadas nativas del planeta y se colocaron gobiernos militares imperiales en todas las ciudades. Pronto se empezó con la reconstrucción del planeta, pero ahora, el Imperio lo reconstruiría el planeta a su manera. Se construyeron cuarteles, largos edificios y fabricas por todo el terreno. Terentia había muerto y de sus cenizas nació el Mundo Colmena Redemtio Nova


 Dem siguió su lucha junto al MRLT durante un tiempo, intentando expulsar al gobierno imperial de su planeta. Los rebeldes lucharon una guerra en la sombra ocultándose en montañas y bosques, todo por ver de nuevo una Terentia libre. Aunque al principio lograron grandes logros, las fuerzas coloniales acabaron por desbandar a los guerrilleros, ejecutándolos o en el mejor de los casos encarcelándolos en minúsculos agujeros.

 El cautivo se decidió, no quería vivir más en aquel mundo que le había sido tan cruel. Sacó el trozo de metal del zapato, lo iba a hacer. Las manos le temblaban, más de lo que le habían temblado nunca, por un momento dudó, pero si, lo iba a hacer. Apretó la hoja contra la vena y presionó con toda su fuerza, tanta que el artilugio se le escapó de entre los dedos escabulléndose por debajo de la puerta de la celda.

- ¡Arrggh! Soy tan inútil que no se ni morir con dignidad - maldijo de golpeando de nuevo la pared de la celda.
Una voz respondió ante aquella patética escena:
- ¡Como no dejes de golpear la pared, te voy a matar yo mismo! - se hizo oír la voz con un extraño acento.
Dem se quedó mudo, la voz no venía de la puerta, si no de la celda contigua.
- ¿Es que se te han acabado las maldiciones? Haz algo de provecho y duérmete de una vez. - Volvió a hablar.
A Dem le sorprendió lo calmada que hablaba la voz, se incorporó y acercó el oído a la pared intentando escuchar algo que le diera más pistas sobre su nuevo compañero de conversación.
- ¡Arriba idiota! Por la rejilla de ventilación - le replicó la voz.
Era verdad, había una rejilla con barras horizontales en el extremo superior de la pared. Volteó su cubo, derramando lo que contenía en su interior y se subió a el para poder ver al hombre que hablaba detrás de la pared. Aquella celda era ligeramente más grande que la suya, solo que tenía una pequeña ventana redonda en una de las paredes. El hombre estaba tumbado, en posición relajada y saludaba con la mano a Dem.
- ¡Tienes ventana! - Exclamó sorprendido mientras intentaba mantenerse erguido encima del altillo.
- Pues claro, a mi me han colocado en la habitación de tu querido emperador. - Respondió sonriente el viejo.
- ¿Y qué ves? - pregunto Dem ansioso por saber noticias del exterior.
El reclinado hombre se echó a reír.
- ¿Que esperas que vea?
Dem afinó la vista entre las rejas, nada, no veía nada, solo oscuridad y unas vagas luces al final.
- ¡Estamos en el espacio! - se asustó al momento.
- ¿Y dónde esperabas que estuviéramos? - El hombre se giró y tomó una postura mas cómoda - espero que esta vez me dejes dormir.
 El joven nunca había estado fuera de su planeta, todo aquello le aterraba y entonces se acordó de la última frase que le dijo su tío: Dem, nunca te alejes de casa, en el espacio solo te espera la noche eterna

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